Estaba, entonces, recostado en el piso,
con los ojos cerrados, el cuerpo adormecido
y el corazón en sus manos.
Las ventanas vibrando
anuncian ventanas abiertas,
abiertas como mis sentidos,
abiertos a lo desconocido.
Desnudo como el recien nacido,
sopla el viento un calido susurro a mi oido,
un tenue olor a jasmin, se coló por la puerta
era un ligero vestido con tonalidades magenta.
Estaba nervioso, no hay descripción
no estaba dormido, no era alucinación.
Se escuchó el ligero chillido de la madera en el piso,
yo lo deseaba hace tiempo, y sé que ella también lo quizo.
El olor a jasmin se tornó coco fino.
y tocaba mi pecho, como la madre a su niño.
De repente, como un suspiro,
no había viento, sólo su cálido respiro,
sólo el sonar de su caido vestido.
La briza nos dejó solos,
el juicio hizo lo mismo.
Recuerdo la humadad del aire,
y de su viente ensendido,
Bailamos al ritmo de un bals,
un estribillo tranquilo,
bailamos hasta no poder más,
bailamos en el mismo sentido.
No era el reflejo del sol en la luna la que la hacía brillar,
ni el viento en las ramas de los árboles, por lo que se veían tambalear.
era nuestro ritmo de vaiven insistente como energía nuclear.
Ligeros hilos de tus dedos sin recortar.
dejan pequeños vestigios, en mi columna vertebral.
Dimos por terminado el encuentro. cuando coincidimos no poder más.
la historia de mi propia gala desvirginal.